El pasado Marzo pasé unos días en Palma de Mallorca al calor del hogar de Oto y Esther. Y ya que estábamos, también me aproveché de las fabulosas conexiones de mi amigo para sentir fotografía.
Con el empeño de Juanjo Alfonso, profesor de fotografía profesional especializado en retratos y fotografía documental, en el CEF (escuela de artes audiovisuales) de Mallorca, y con la venia de la dirección de la escuela, tuve el inmenso placer de realizar una presentación y una masterclass sobre Sizigia.
Y allí estaban, todos con sus libros, expectantes. Poco a poco, tras los nervios iniciales, fuimos entrando en materia, oscura en este caso.
Confesé, entre foto y foto, que no tengo respuestas para las preguntas esenciales, y traté de explicarles que según mi manera de ver es ahí precisamente donde reside toda la fuerza y la magia de la fotografía, en la búsqueda interminable . Creo que hay hechos que no son verbalizables y requieren de imágenes para contar. El reto comienza con la difícil relación entre lo aparente y lo oculto, por eso considero la fotografía como una herramienta para la comprensión del mundo. Es un combate contra el tiempo. En mi caso es un viaje solitario por un camino sinuoso lleno de abrojos que conduce irremediablemente al fin de la noche. Y que es preferible andar ligero de equipaje, por eso no voy cargado de megapíxeles.
Parecieron quedar satisfechos, o al menos eso me dijeron después con una cerveza en la mano. Justo después llegó la pandemia.
A través del también fotógrafo Bruno Daureo, tuve la oportunidad de dar una charla en EASDIB, escola d’art i superior de disseny de les illes Balears. Alumnos de 1 y 2 del ciclo superior en fotografía artística, se convirtieron en público exigente y jueces implacables sobre el proyecto creativo del fotolibro Sizigia. Poco a poco,entre muchas fotos y algunas canciones, fueron participando conmigo llegando incluso algunos a preguntar sobre la necesidad de crear, de ser fotógrafos.
No recuerdo la duración de la charla, mi sensación es que el tiempo pasó rápido, me hubiera gustado tener tiempo para ser yo el que viera los trabajos de los alumnos, de ahí siempre aprendo. Lo que si recuerdo es la amabilidad de trato que recibí en todo momento por parte de los profesores y de los alumnos, claro, y de la visita a las catacumbas del edificio de la escuela.
Cajas llenas de fotos, ampliadoras, máquinas rotas de fotos, olor a cubetas y manchas de líquidos entre cachivaches y maniquíes sin cabeza, el sueño para cualquier fotógrafo como yo. Deseo de verdad algún día quedar fascinado por el rayo de alguno de esos alumnos.
Una foto no es solo la consecuencia de la descripción de la realidad. Es el resultado de la fascinación de quien la crea por el mundo. Una foto nunca acaba en si misma, sino que incluye un número inabarcable de mundos, tantos como espectadores. Fotografiar constituye una forma de reinventar lo real, de extraer lo invisible del espejo y mostrarlo para que cada quién, acorde a sus propios recuerdos y memorias pueda interpretarla y convertirla en real. Aceptamos la realidad porque intuimos que en nuestras fotos nada es real.
Lo que consigue Tomeu foto a foto, disparo a disparo, es que irremediablemente lamentes no haber sido tú, quien estuvo ahí primero para contar esa jodida historia. Menudo canalla…!!!