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Obsesión

Mi trabajo diario consiste en mostraros lo extraordinario. Tengo solo unos pocos segundos mientras hojeas el periódico desayunando y buscas rápidamente las páginas de deportes, para llamarte la atención y que te pares a echar un vistazo, con suerte leerás algo más que el titular y después volverás a la foto para comprobar que lo escrito se corresponde a lo fotografiado. Soy de los que sienten que la fotografía mantiene un vínculo mucho más estrecho con la literatura que con cualquier otro medio de expresión. Ambos medios, fotos y palabras comparten la esencia de la materia prima con las que trabajan o se nutren, el tiempo. Y claro, en realidad casi ninguno tenemos tiempo de sobra. En un ratito volverás a tu día a día  y si no hago mella, la foto quedará inútil para siempre.

La concepción de la fotografía debería centrarse en la idea del relato y de la memoria, está pensada como instrumento de documentación y testimonio. Debe ser escritura de la realidad.

Pero a fuerza de buscar una y otra vez lo excepcional, se mira, se muestra y se usa la imagen fotográfica como cualquier objeto estético y casi sin remedio todas las noticias con sus fotos acaban pareciéndose, el mismo periódico con el mismo café y con la misma tostada, cada día el día de la marmota. Me siento culpable.

Así pues no es de extrañar que lo cotidiano, para mi, se convierta en sorprendente.

Y entonces todo sucede en metro y medio, y la noticia es la niebla de la mañana y que el frío empaña los cristales de la furgoneta, y que no perdí el tren porque este es el que viaja a ninguna parte. Y pude ver como el sol se ponía tras las torretas, mientras el cuñao del “mijina” con su perro paco acarreaban a las ovejas. Me contó que había sido militar, pero que ya no le da miedo la muerte. Me dijo que el camino se convierte en calzada un poco más adelante y llegué al pueblo donde casi todo sucede al lado de la carretera. Pude comprobar que la prisa mata y que por eso el café se pide en vaso y se pone hirviendo para tener que esperar a que se enfríe. Mientras lo que suena por detrás es el precio de las zapatillas de andar por casa que se venden en el baratillo, porque el futbolín no sonará hasta mediodía. Sentado al sol me dijeron que Eugenia había tenido que salir dos veces a la compra porque su nieta había venido al final a pasar Navidades aunque no podía quedarse a Nochevieja. Charlé con madres que salen a comprar el pan entre teta y teta aprovechando que el niño se ha quedado dormido. De esas madres que están arraigadas al suelo que pisan, de esas que crean los pueblos.

Las chicas de oro que se juntan en el bar, contaban como era el pueblo entonces hace mucho tiempo, antes que Paula que solo tiene 19 años descubriera casi a la vez a Pink Floyd y a Rosalía. Aunque la noticia del día, la que abría titulares fue el reencuentro de dos buenos amigos.

Y pude comprobar que la fotografía contiene algo que se parece al mundo, pero no es el mundo, aunque pertenece a él. Y que aunque los temas sean infinitos, las obsesiones no, por eso habitarán en mis fotos para siempre, perromisinos y caballos.

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